Actualmente, los derechos humanos constituyen uno de los temas más recurrentes en los discursos políticos y sociales, tanto de autoridades como de organizaciones de la sociedad civil y la opinión pública. Sin embargo, en ocasiones pareciera que son pocos los que comprenden en realidad el significado y la importancia de los derechos humanos como principios fundamentales para el desarrollo integral del individuo y la sociedad.
Basta observar la realidad social en la que vivimos, para reconocer que el otro (la mujer, el indígena, el discapacitado, el homosexual; en pocas palabras, el que es diferente) es sometido continuamente a actitudes discriminatorias e intolerantes. Sigue siendo necesario reflexionar - y hacer reflexionar - sobre la importancia y necesidad del respeto a los derechos humanos.
Es común que demandemos el respeto a nuestros propios derechos. Cada quien con su bandera y desde su situación particular, exige de la sociedad las condiciones mínimas para expresar y desarrollar sus intereses o inclinaciones. Y sin embargo pocas veces nos detenemos a pensar que hay una relación estrecha entre el respeto que otorgamos y el que recibimos; es el principio básico de "no hagas al otro lo que no quieres que te hagan".
Pero yendo más allá de este beneficio personal, en la medida en la que el respeto al otro supone la comprensión de su condición y su diferencia, la vigencia de los derechos humanos como normas de conducta ofrece a quien las aplica la posibilidad de comprenderse también a si mismo a través del otro. Si multiplicamos este beneficio por cada uno de los habitantes de una sociedad, veremos que se construye un tejido social basado en el respeto y la comprensión reciproca.
Sobra decir que una sociedad que se funda y vive en lo cotidiano bajo estos principios de respeto y comprensión, es una sociedad siempre abierta a la reflexión en torno a los problemas que enfrenta y las aspiraciones que tiene en tanto comunidad humana. De no darse el ejercicio permanente de los derechos humanos como norma de vida, la distancia y las barreras que se construyen entre los individuos terminan por transformar la convivencia en una simple coexistencia viciada en la reiteración de sus defectos.
Es una lástima que sea necesario "vender" la idea de los derechos humanos. Pero, como puede verse, además de la obligación moral de respetarlos, existen razones prácticas, beneficios concretos que emanan de la vigencia de estos derechos en todos los ámbitos de la experiencia social. Desde el momento en el que se comenzó a hablar de los derechos inherentes a todo individuo, la historia no ha sido sino un avance constante en la consecución de mayores libertades y mejores condiciones de vida para todos.
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